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jueves, 27 de octubre de 2011

Uveitis

La uveítis es una inflamación dentro del ojo que afecta la úvea (iris, coroides y cuerpos ciliares), la cual aporta la mayor parte del suministro sanguíneo a la retina, además contiene las células pigmentadas del ojo (melanocitos) e interviene en la acomodación de la imagen, modificando la convexidad del cristalino y el diámetro de las pupilas.
Las causas de uveítis pueden ser desórdenes autoinmunitarios, infecciones, infiltraciones celulares anormales benignas o malignas, y en muchos casos, la causa puede no ser determinada.

Las causa de un cuadro de uveítis son infecciosas (parásitos, virus, bacterias u hongos), autoinmunes, traumáticas u oncológicas. Estas últimas son las más excepcionales.

Entre las de causas infecciosas la parasitarias como la toxoplasmosis y la toxocariasis son las más frecuentes en el grupo de las uveítis posteriores, provocando cuadros de coroiditis o retinocoroiditis. Las de origen viral son las más frecuentes de las que provocan uveítis anteriores, y el virus suele ser del grupo de los Herpes (ver tipos de uveítis infecciosas).

Las uveítis de causas autoinmunes son una muy amplia variedad de entidades claramente identificables desde el punto de vista clínico y pueden o no asociarse a enfermedades autoinmunes de tipo sistémico, es decir, que afectan órganos extraoculares también. Existen numerosos cuadros de uveítis que comprometen únicamente los ojos y otros en los cuales debemos investigar afectación extraocular, como en pulmón, riñón, sistema nervioso central, piel, mucosas, aparato digestivo, etc. (ver tipos de uveítis autoinmunes).

Y por último las oncológicas son muy raras y las más frecuentes se asocian al compromiso del sistema nervioso central (ver síndromes de enmascaramiento).

El motivo por el cual consulta un paciente con uveítis es de lo más diverso, puede consultar por dolor, ojo rojo, visión borrosa, disminución de la visión, moscas volantes (miodesopsias), e incluso el cuadro puede ser hallado en una consulta oftalmológica de rutina por ser asintomático.
Estos síntomas van a depender del sector del ojo que se encuentre más comprometido, de la intensidad del cuadro, del tiempo de evolución, y a veces del hallazgos que otras personas puedan encontrar, como sucede en el caso de los niños, cuando vemos una pupila blanca (leucocoria) o deformada en lugar de redonda (discoria). Esto se debe a que los niños raramente pueden percibir las alteraciones visuales que generan estas enfermedades, las cuales muchas veces evolucionan lentamente y no en forma aguda.

¿Cómo se hace el diagnóstico?
Para hacer el diagnóstico de una uveítis es fundamental una profunda evaluación clínica del cuadro que presenta el paciente. Es importante determinar si el cuadro es crónico o agudo, unilateral o bilateral, si es una uveítis anterior, posterior, intermedia o difusa, según el aspecto biomicroscópico de los depósitos de células inflamatorias en la córnea se establece la característica de enfermedad granulomatosa o no granulomatosa, esto último nos ubica en ciertos grupos de enfermedades que debemos considerar como causas posibles; además son muy útiles los antecedentes personales con respecto a patologías previas, cirugías, internaciones, identificación de alteraciones clínicas que pudieran pasar desapercibidas, hábitos alimentarios y contacto con animales. El examen con lámpara de hendidura y la oftalmoscopía binocular indirecta son los elementos que nos van a permitir describir todos los aspectos clínicos que presenta el ojo comprometido.

A veces cuando existen algunas dudas o resulta imposible evaluar el fondo de ojo se utiliza la ecografía ocular y la retinofluoresceínografía, según el caso.

Puede ocurrir, que los elementos observados desde el punto de vista clínico y los obtenidos con la anamnesis del paciente no sean suficientes para hacer una diagnóstico presuntivo, y es aquí donde comenzamos a solicitar ciertos estudios complementarios que tendrán que ser orientados a reducir las posibilidades diagnósticas al mínimo posible. Estos son estudios de sangre, orina, radiográficos y el pedido de interconsulta con otras especialidades clínicas.

Desde ya que si continuamos sin obtener una presunción diagnóstica satisfactoria continuaremos investigando utilizando exámenes de mayor complejidad como la resonancia nuclear magnética, tomografías computadas, centellogramas, y hasta puede ser necesario tomar material intraocular para su análisis citológico y bioquímico.

¿Cuáles son los tratamientos?


En los casos de uveítis anteriores generalmente el tratamiento es suficiente con colirios de corticoides y dilatadores de la pupila, aunque hay casos de uveítis anterior crónica como la Iridociclitis de Fuchs que no requiere tratamiento excepto cuando aparecen las complicaciones.


Las uveítis intermedias y posteriores de origen no infecciosos se tratan generalmente con corticoides por vía oral o con inyecciones perioculares, las cuales se pueden repetir un número limitado de veces.


En los casos de uveítis no infecciosas muy crónicas y recurrentes debemos utilizar drogas inmunomoduladores que nos permitan reducir al máximo la dosis de los corticoides o mejor aún suspenderlos completamente para poder evitar los efectos secundarios que los mismos provocan, algunos de ellos irreversibles.


Las drogas inmunomoduladores más frecuentemente usadas en pacientes con uveítis son: Azathioprina (Imuran NR), Methotrexato (Ervemin NR), Ciclosporina (Sandimmun Neoral NR), Ciclofosfamida (Endosan NR), Clorambucilo (Leukeran NR), Infliximab (Remicade NR) y Etanercept (Enbrel NR).

Fuente: http://www.uveitis.com.ar/ Dr. Gustavo Budmman

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