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viernes, 7 de diciembre de 2012

Una cita a ciegas con la ciudad de Colonia


El “blindwalk” de Colonia es el primer recorrido turístico en el que se puede conocer una ciudad alemana con los ojos vendados. Acompañe a Deuschte Welle en este viaje inusual en la completa oscuridad.
Cada año, alrededor de 6 millones de personas visitan la ciudad de Colonia para apreciar su majestuosa catedral. ¿Qué podrá ofrecer una visita guiada que se hace con los ojos vendados sin poder admirar este impresionante edificio gótico? “Espero poder conocer esta área alrededor de la catedral de una manera inusual. Solemos percibir todo con la vista y, por eso, será algo diferente no poder hacer uso de ella”, comenta Frank, uno de los participantes en el “blindwalk” (camino a ciegas).
Para las visitas extranjeras, Blanka Gillessen, la guía turística, también ofrece recorridos en inglés. Después de unas cortas indicaciones, cada participante recibe una máscara opaca para cubrirse los ojos. Durante las próximas dos horas, el pequeño grupo de seis personas se moverá en la completa oscuridad, dependiendo plenamente de los sentidos del oído, del olfato y del tacto para orientarse.
La catedral se puede oler de lejos
Los primeros pasos bajo la noche artificial son los más inseguros: en dos filas, los participantes van sujetados del asa de la mochila de la persona delantera, avanzando despacio con pasos cortos. Por medio de audífonos, Blanka Gillessen llama la atención sobre las impresiones más interesantes del centro histórico de Colonia, como los anuncios de altavoz de la estación central de trenes que rebotan acústicamente en la fachada de la catedral.
En fila los participantes avanzan despacio para acostumbrarse a la oscuridad
La lluvia no es motivo para suspender el “blindwalk”. Al contrario, refresca agradablemente el aire. Sin embargo, no se puede evitar pisar los charcos. “La gente es como una masa en la que uno se emerge, porque no la puedes ver. De repente se acerca una voz, la escuchas y vuelve a desaparecer y después llega otra y otra”, advierte el alemán Frank, proveniente de la ciudad de Iserlohn cerca de Dortmund. La guía comenta la reacción de “asombro e interés” de los pasantes. Algunos de ellos se acercan para pedir informaciones.
Aunque no se pueda ver la famosa catedral coloniense, sí se puede oler. Ya antes de pasar por el portal principal, el dulce aroma del incienso anuncia el espacio sacro. Mientras que los enormes vitrales coloridos pasan desapercibidos, cosas tan simples de la vida diaria, como un felpudo o una alfombra bajo los pies, saltan al centro de atención y cobran importancia. Dentro de la iglesia, solo la resonancia de las voces y los pasos hacen suponer el tamaño del edificio.
El “blindwalk” no es para ciegos
Atravesando el tramo de una antigua calle romana desnivelada, se presenta el primer gran obstáculo: escaleras. Uno por uno, los integrantes del “blindwalk” van subiendo y contando ciudadosamente los 18 escalones - ¡listo! Frente al museo romano algunos objetos expuestos de piedra se pueden descubrir con el sentido del tacto. De hecho, todo lo que se puede tocar y palpar ayuda a la orientación, en cambio, los lugares abiertos causan la mayor inseguridad.

Después de una hora de recorrido, los participantes pueden descansar y cobrar fuerzas con un pic-nic. En la oscuridad, los sentidos del gusto y del olfato se agudizan, intensificando el sabor y aroma de los alimentos. Adi, un turista ciego de Londres, confirma que, más que nada, el “blindwalk” es para personas que quieran saber lo que es la ceguera.
“Para gente ciega no se necesitarían todas estas medidas de seguridad y las vendas para los ojos, solo una persona que te guíe y explique lo que está a tus alrededores”, añade el joven, que debido a una deficiencia genética empezó a perder la vista a partir de los 12 años. “Mi motivación para hacer el “blindwalk” es conocer las razones por las cuales gente con sentido de la vista participa en este tipo de actividades”, indica.
La oscuridad es como una meditación

En promedio, cada 90 segundos un tren atraviesa el Puente de Hohenzollern para llegar a la estación central – y cada vez, el puente tiembla bajo el peso de los ferrocarriles. Desde el puente vecino, se escuchan los festejos del desfile de orgullo gay, y por un momento, emerge el deseo de quitarse la venda para poder apreciar este alegre espectáculo.
Según la guía Blanka Gilessen, en el pequeño grupo se genera confianza y, además, después de un tiempo, los participantes se van acostumbrando a la oscuridad. En efecto, cuando se omite el sentido de la vista, las distracciones disminuyen y la oscuridad provoca un sentimiento de relajamiento, parecido a la meditación. Así, muchas cosas se vuelven irrelevantes, abriendo paso a otras experiencias como el aprecio al calor del sol, el olor de la lavenda junto al Rhin, el gotear del agua de una fuente o la música de un artista de la calle. “Hasta pude escuchar el susurrar del pasto”, exclama una participante.
Al retirar las máscaras opacas, la intensidad de la luz lastima los ojos. Aunque ópticamente los colores sean los mismos que antes, la percepción del mundo del entorno no volverá a ser igual.
El doctor Axel Rudolph es el autor intelectual del primer recorrido a ciegas en Alemania. Desde los años 80, el artista y experto en sonidos y percepción de espacio empezó a crear instalaciones y exposiciones para fomentar el diálogo entre personas con sentido de la vista e invidentes, invirtiendo sus roles: los personas con sentido de la vista aprenden a orientarse sin hacer uso de él. En el 2001, Rudolph abrió el primer “restaurante oscuro” alemán, la “unsicht-bar”, en Colonia.
Autor: Violeta Campos
Editor: Enrique López

Fuente: http://www.dw.de/una-cita-a-ciegas-con-la-ciudad-de-colonia/a-16082955


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