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jueves, 3 de noviembre de 2011

Aprende a ayudar con su ceguera

“A los 16 años, jugando futbol perdí la vista, me quería morir. Entonces fui obligado a tomar clases en la Escuela Nacional Para Ciegos, ahí conocí a un joven en franca recuperación que además de ciego, era sordo y mudo, comprendí que sí se podía”, relata Alejandro García Martínez, quien de manera voluntaria ha dedicado 20 años de su vida a rehabilitar a personas con discapacidad.

A sus 63 años de edad y originario del Distrito Federal, recuerda que durante un partido de fútbol y siendo portero se lanzó para atajar la pelota, pero no midió la cercanía del poste y estrelló su cabeza contra el metal. La sangre se le coaguló en el interior y a la postre fue el origen de su ceguera.

“Sentí entonces que se me había acabado la vida; uno está acostumbrado a ver, a ser gente ‘normal’. Me obligaron a ingresar a la Escuela Nacional Para Ciegos, en donde yo no creía poder superar el reto, pero un especialista me trajo a otro ciego, que además era sordo y mudo, estaba en franca rehabilitación y entonces comprendí que sí se podía”.

Alejandro aprendió a manejar el bastón blanco para conducirse, terminó la secundaria y la preparatoria. Además recibió capacitación para trabajar e, incluso, le consiguieron un empleo en una empresa ensambladora de aparatos electrónicos, donde contrataban a ciegos, ya que se maneja material que afecta la vista.

Trabajó en esa empresa durante 15 años. Se casó con una campechana — quien también tiene problemas visuales— y decidieron radicar en este estado. La pareja tienen cinco hijos, todos son profesionistas.

Según su experiencia, dice que “en Campeche los ciegos están muy atrasados en comparación con los de la capital del país; piden caridad muy jóvenes, mientras que en la Escuela Nacional para Ciegos los enseñan a integrarse de lleno a la sociedad y ser productivos”. Comenta que ha “becado” a seis campechanos para que acudan a esa institución.

Refiere que a su llegada a Campeche puso un negocio de futbolitos y juegos de video en el barrio de Santa Ana, donde vive actualmente, y en la entrada colocó un letrero con la leyenda: “No le den caridad a los ciegos, enséñenles a caminar, a leer, a trabajar”.

En 2004, el entonces presidente municipal Fernando Ortega Bernés lo detectó trabajando con ciegos en un parque público y lo apoyó para crear una escuela para invidentes, misma que se hizo realidad en 2005 con el nombre de Hellen Keller, en donde han atendido a aproximadamente 100 personas, de las cuales, 15 se rehabilitaron totalmente.

Fuente: http://www.eluniversal.com.mx/estados/82832.html

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